No solo fue primero en la tabla de golea-dores, si no que también fue, la primera estrella mediática de la historia de fútbol, también el primer futbolista que se atrevió a protagonizar un anuncio... para disgusto de su presidente,Santiago Bernabéu. Fue en diciembre de 1962, dos años después de que la «saeta rubia» consiguiera la quinta Copa de Europa y elevara al Real Madrid a la cima del fútbol mundial. Di Stéfano lo tenía todo: era el emblema del mejor equipo del siglo XX (galardón que recibió, efectivamente, en 2009).
Sin embrago, no acertó en la elección de su primer anuncio, a juzgar por el escaso éxito que tuvo: «¡Si yo fuera mi mujer, luciría medias Berkshire!», rezaba la publicidad de este producto femenino con el que Di Stéfano consiguió llamar la atención más de lo que él esperaba. En la imagen aparecía el futbolista de cintura para arriba, con los brazos en jarra y la camiseta del Real Madrid, pero con piernas de mujer. Al lado de estas, podía leerse: «¡El poseedor de las piernas más cotizadas del mundo!».
Bernabéu, enfurecido
El anuncio enfureció a Don Santiago Bernabéu de inmediato, que debió quedarse atónito al ver en ABC un anuncio tan inusual y atrevido como éste. Hay que situar esta historia dentro de una sociedad como la española de principios de la década de los sesenta, que había comenzado una tibia apertura social, pero aún era demasiado tradicional para esta femeneización de su mayor ídolo.
Al presidente del Real Madrid le pareció ridículo. No había sido consultado de antemano por el delantero y le sentó tan mal como a los propios aficionados. Llamó al jugador a su despacho y le echó la bronca. Sin embargo, no había en su contrato ninguna cláusula que le impidiera hacer anuncios, pues no era todavía una variable que los clubes tuvieran que tener en cuenta.
Bernabéu movió los muchos hilos que tenía para que la publicidad se retirase a los tres días de haber aparecido. En ABC solo fue publicado en dos ocasiones: el 15 y el 18 de diciembre de 1962.. Di Stéfano tuvo que devolver las 175.000 pesetas que había cobrado, toda una fortuna para la época, si tenemos en cuenta que, por aquella época, un gran piso en La Castellana podía costar en torno a las 500.000 pesetas.
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